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Los sellos de Corrientes obliterados a pluma
  • Los sellos de Corrientes obliterados a pluma

    Catálogo libro de los sellos postales de la provincia de Corrientes obliterados a pluma (1860-1879). Se utilizaba una pluma de ganso en razón de no haber suficientes matasellos. El trabajo, cuyo contenido está en el índice, contempla desde la historia hasta el procedimiento de catalogación.

    EL COLECCIONISMO: FILATELIA

     

    En mi condición de coleccionista e investigador entusiasta, me complazco en ofrecer un  estudio sobre los sellos de Corrientes inutilizados a pluma. Mi experiencia en torno del coleccionismo general, ordenación hoy casi imposible de enumerar, ha sido enriquecedora, y en lo particular de la filatelia, gracias a mis generosos mentores y especialistas como mi abuelo Mario Bousquet o su mi Víctor Bousquet, he logrado la práctica suficiente tras abrirme camino por las emisiones argentinas, luego correo aéreo y tarjetas postales, y no muy lejos, por mis queridos “Rivadavias” inutilizados a pluma. Con ese pasado, doy a luz un libro-ensayo o manual e incluso catálogo exclusivo, revestido de casi infinitas variantes pues siempre resta por ilustrarse en la frondosidad que son las obliteraciones a tinta.

    Mis otros caminos como coleccionista me han permitido fortalecerme y develar las mejores herramientas para aprender, enseñar y disfrutar. Esas sendas son, entre otras, la numismática, la militaría, las pipas y objetos de fumadores, los jarros de cerveza, los cuchillos y navajas, la pintura abstracta de Guy Mollard, los motivos navales de Allan O`Mill y, esencialmente los libros de ediciones cuidadas y antiguas.

    Acerca del coleccionismo filatélico, que en este caso es de interés, creo muy oportuno dejar algunas frases de aquel libro iniciático, “La filatelia al alcance de todos” de Ricardo Jorge Leiva, Ed. Hobby, 1960, de nuestra niñez.

    Es acertado hacerlo, pues la filatelia está menguando, o ha perdido un poco su aura luminosa de antaño cuando la comparamos con la actividad de décadas atrás.

    Con una actitud positiva, Leiva aseguraba entonces:

    Como todos los seres humanos, usted tiene deseos de coleccionar algo, no importa qué, pues el instinto de coleccionar es innato en nosotros. El que colecciona sellos satisface ese deseo pues hay un placer especial en buscar ejemplares raros, muchas veces en competencia amistosa  con otros coleccionistas.

    El placer que proporciona coleccionar sellos vale siempre el importe de lo pagado… y el beneficio será neto.

    Pero por encima de las emociones momentáneas de las búsquedas, está la permanente satisfacción que brinda la colección pues ofrece un campo más amplio y una mayor libertad de acción.

    Puede usted gozar de su afición, sea que gaste centavos o miles de pesos, solo o bien acompañado, en todo momento y cambio de circunstancias, y así la filatelia siempre le proporcionará un recreo tranquilo y placentero.

     

    En la web hay muchas menciones referidas a los coleccionistas. Por ejemplo, despliega un estudioso, un apasionado de la filatelia puede pasar horas examinando un sello, con su lupa, sus catálogos, la pinza, milímetro a milímetro, pues en ese instante sólo existen los grabados, las pinturas, el gramaje del papel, la filigrana, el dentado, la historia, la cultura… y así enfoca una atención plena, con los cinco sentidos.

    Coleccionar implica una lucha contra el paso del tiempo y el material que el coleccionista custodia, ayuda a conjurar el paso del tiempo, por ejemplo, al buscar estampillas de mayor rareza que es un volver atrás de una manera simbólica. En general, las colecciones se orientan a favorecer el desarrollo y el conocimiento personal, llevan a aprender muchas cosas, a relacionarse con los demás a la par que otorgan valor a la estética, a la curiosidad, y a plasmar el interior del protagonista.

     

    En los coleccionistas hay aspectos comunes. Les encanta la exploración, gustan de la libertad y la independencia y combinan el poder de evocación de los objetos con una gran fuerza imaginativa. Coleccionar atrapa, aporta placer y emociones gratificantes y cuando uno encuentra un objeto que llevaba tiempo persiguiendo, disfruta de una sensación de autoestima extraordinaria.

     

    Por el solo placer de contarles a modo de cierre, en mi vida me he topado con coleccionistas y temas francamente increíbles. Me da enorme gusto haberlos conocido:

    Los gruesos álbumes de mi tío Víctor que muestran el correo en sobres y tarjetas recuperados de accidentes de avión, en los tiempos de la Aeroposta (algunos medio quemados); de otro amigo, sus cuchillos Randall y los criollos, revólveres Colt, aperos de vaqueros y gauchos y una de sus famosas adquisiciones, no por el monto sino por exótica, un ladrillo de la ya demolida primera fábrica de Colt por el que pagó 200 dólares de antaño; las katanas, tantos y sables japoneses de un querido amigo; las bayonetas francesas y alemanas de la primera guerra de un colega en Francia; y ni hablar del Graf Spee, temática recurrente, y coleccionistas de España, Brasil, Uruguay y Argentina, que poseen objetos inhallables, tales como un salvavidas del buque, camillas de heridos, monedas de la cantina de la nave, piezas recuperadas del naufragio, etc.

    Pero, en el camino, quedan infinidad de colecciones en el anonimato, parte por egoísmo, parte por inseguridad, pero que si las llegásemos a conocer, las satisfacciones serían inconmensurables. Y si abriésemos el cofre donde imaginariamente figuran las colecciones anónimas, la historia sería otra. Puedo dar fe de ello, pues sé de ampulosos pse udo coleccionistas que merecen todo mi desprecio, que han hurtado armas, libros de bibliotecas famosas, pinturas, documentos originales, objetos que eran de San Martín o Belgrano, cartas, vaciado museos, traficado piezas arqueológicas de Perú, saqueados repositorios, violado secretos…

    Termino con mi ideal filatélico de lo que es el coleccionismo altruista: estudiar profesionalmente el motivo, preservar, conservar y custodiar su patrimonio, difundir y enseñar con generosidad, compartir y disfrutar.

    Si retornamos un instante a tiempos pretéritos, observemos el cuadro adjunto donde se testimonia el volumen de la prensa filatélica en Francia de fines del siglo XIX e inicios del XX. Algo similar ocurría en otros países de arraigada tradición filatélica. En Argentina, a partir de 1864, registramos títulos como La Revista Philatelica (1874), El Coleccionista Argentino (1892) y El Filatelista Sudamericano (1893). Singular fue la actuación de mi bisabuela Antoinette Raymond de Bousquet, de quien guardo alguna de las tantas tarjetas y sobres que le enviaban coleccionistas del mundo (algunos escribían debajo del nombre de ella, el título “Filatelista”), a sus domicilios en Rosario y en la capital (calles Cangallo, actual Teniente General Perón, y al final en Curapaligüe 72, en Flores). Una de las tarjetas, un entero de los Estados Unidos, es de interés, pues el remitente le solicitaba la colección completa de la hoy inhallable publicación titulada El Argentino Filatélico, lo que indica su calidad de periodista filatélica.

    Es hora pues que, ateniéndonos a la gran cantidad de bibliografía y publicaciones filatélicas del pasado como remarcamos, que volvamos a escribir y publicar. Mi “Las plumas de Corrientes” apunta a ello, guardar a fuego la historia de ese capítulo de la filatelia. Todavía hay muchos especialistas. Es momento de un reanudar.

     

     

     

     

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